Mientras escribo estas líneas, la jefa está probándose los trapitos que se ha comprado esta mañana en el outlet. Paso a relataros…

Tras un desayuno «energético» compuesto por un huevo al que le habían enseñado el agua y un par de salchichas, dejamos el motel con el ¿inocuo? propósito de visitar un outlet en Gilroy con más de 150 tiendas que pilla de camino a San Franciscouna inocente parada, ¿verdad? ¡já!

¿Habéis visto en las películas cuando se ve a una mujer que va de compras y a un séquito de personas que la siguen cargados con paquetes y bolsas? Pues ese era yo… En este viaje hemos visto carreteras que se perdían en el horizonte, grandes maravillas de la naturaleza, ciudades famosas en el mundo entero… pero el entusiasmo de hoy no se lo había visto a Lourdes hasta ahora. Nunca había visto a nadie moverse con tanta soltura y destreza entre perchas y expositores de ropa. Ni las dependientas podían seguirla; ya no digamos yo, que vagaba por la tienda cual alma en pena detrás de ella.

Dragon’s Gate, la puerta de entrada a Chinatown. SAN FRANCISCO, CA

A eso de las 3 de la tarde, la señora ha dado de manos. El caso es que no sé cómo, pero hemos pasado de ir dos en el coche a que se nos acoplen un tal Ralph y un Tommy no sé qué… eso sin tener en cuenta la vaca muerta que llevamos en el maletero desde Los Angeles. En este coche ya no cabe más gente…

Comemos algo en un Applebees cercano a los outlets y por fin enfilamos la 101, que nos llevará directamente hacia San Francisco. El caso es que aquí la autopista tiene también de cuatro a seis carriles en cada sentido y hay bastante tráfico, pero la sensación es de mucho menos agobio que en L.A. De hecho, penetramos hasta el corazón de la ciudad sin sufrir ni una sola retención. Genial. Circulamos por nuestras primeras calles empinadas y llegamos hasta la misma puerta de Chinatown. El hotel está estratégicamente situado en la esquina de la Chinatown Gate, la puerta de entrada al barrio chino de la ciudad. El hotel es modesto pero funcional… y sobre todo barato, porque el precio de los alojamientos en San Francisco es de locura.

El barrio chino no es excesivamente grande pero está hiperpoblado.

Es posible comprar raíces y plantas de todo tipo en las pequeñas tiendas de Chinatown.

Tras dejar las cosas en la habitación, nos vamos a dar una vuelta por Chinatown. Al traspasar la puerta de entrada, vemos lo que sería el sueño de mi abuela: una calle plagada de tiendas de Todo a Cien. Los precios son muy baratos y aquí puedes comprar casi cualquier cosa que se te pase por la cabeza.

Chinatown en San Francisco constituye la comunidad china más grande del mundo fuera de su país: conservan todas sus costumbres, los carteles de las tiendas están en su idioma y la única lengua que se oye en las numerosas fruterías y verdulerías del barrio es el chino. En estas tiendas hemos visto un montón de raíces y plantas raras de uso común, suponemos, en Asia. Por cierto, chillan un montón y la higiene brilla un poco por su ausencia en los puestos. La verdad es que el ambientillo está genial, amenizado incluso con música:

Llegada la hora de cenar, las 6 de la tarde, hemos entrado un poco por casualidad a un restaurante de sushi de los que la comida va pasando por delante de ti y coges lo que te apetece. Nunca habíamos estado en uno, sólo lo habíamos visto en las pelis, y la verdad es que es muy divertido. En este la comida pasaba por delante en pequeños barquitos de madera que surcaban un minicanal de agua alrededor de la cocinera, que permanentemente cargaba los barcos de sushi y otras cosillas. El sistema es sencillo: hay cuatro tipos de platos diferentes, cada uno con un precio. Vas cogiendo y, al final de la comida, la camarera se acerca a hacer recuento.

El término kaiten sushi (回転寿司) o kaitenzushi sirve para describir un restaurante de sushi donde los platos se colocan sobre un trasportador de banda que atraviesa el local y pasa por cada puesto de los comensales. Es posible pedir alguna orden especial o, simplemente, coger directamente el plato de su elección. La cuenta final se calcula en base al número y tipo de platillos que se hayan consumido. Además de la banda transportadora, algunos restaurantes usan una presentación más elegante que es la de utilizar pequeños botes de madera viajando a través de pequeños canales o trenes en miniatura.

Con esto finalizamos nuestra primera tarde en San Francisco. Por cierto, hace un frío de cojones. Mañana más…