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30 días, 11 estados, 129 horas al volante, 7.322 kilómetros… un recorrido por el corazón y el alma de los Estados Unidos. Comenzamos…

Main Street

Nuestro periplo en busca de una vida mejor en los States comienza un 4 de julio… ¡qué mejor forma de empezar un viaje al corazón de un país que en su día nacional!

El 4 de julio de 1776, los delegados de las 13 colonias británicas reunidos en el Congreso Continental aprobaron la Declaración de la Independencia en Filadelfia (Pensilvania). Este documento sentó las bases para la creación de los Estados Unidos de Norteamérica.

Nuestro vuelo Madrid-Charlotte sale a las 9,40h de Barajas, así que nos levantamos tempranito para estar en el aeropuerto con tres horas antelación, tal y como recomiendan para vuelos internacionales… nos sobran dos horas y media. Tras subir al avión –con retraso– nos tienen una hora y media dentro sin despegar. Resultado: de salir a las 9,40h salimos a las 12h, casi nada… Lo que es seguro es que perderemos la conexión que teníamos con Chicago, pero como volamos con la misma compañía, supongo que nos recolocarán en el siguiente vuelo disponible.

Madrid, Barajas – Charlotte, Douglas. U.S. Airways. 9,30h

Charlotte, Douglas – Chicago, O’Hare. U.S. Airways. 2h

El avión no está mal, cuenta con tres bloques de asientos de tres plazas cada uno y a nosotros nos toca en la primera fila de la columna central… ahí, bien pegaditos a la tele. ¡Qué sería de los tediosos viajes transcontinentales sin una buena sesión de cine para pasar el rato! Existe la posibilidad de escuchar la peli en ambos idiomas y, como no queremos frustrarnos antes de tiempo (ya tendremos tiempo), nos decantamos por el castellano; la inmersión lingüística debe ser progresiva, take it easy, baby… Sólo hay dos pequeños inconvenientes que nos separan de una sesión cinematográfica de altos vuelos: la pantalla está a menos de 1 metro de distancia y hay que pagar 5 dólares por cada juego de auriculares; rápidamente nos resignamos a ambas cosas. American way of life, here we go!

La primera peli resulta muy entretenida: ‘La pesca del salmón en Yemen’ (Lasse Hallström, 2011). De un argumento tan peregrino como introducir la pesca con mosca en Yemen sale una comedia romántica atípica y muy bien resuelta… flyer’s choice of the week!

Al poco de terminar comienza la siguiente, un truño de película de cuyo nombre no quiero acordarme. En este caso el doblaje es español latino; me vale, ya la próxima si acaso en inglés…

Mientras escribo estas líneas para matar el tiempo, en la pantalla aparece una nueva peli con el sugerente nombre de ‘Tooth Fairy 2’… creo que esta vez voy a pasar; vale, definitivamente paso, acabo de levantar la mirada del portátil y he visto a un gordo con perilla vestido con un tutú rosa al que le salen unas alas de la espalda ¬¬ Si estuviéramos en España juraría que la han comprado en una gasolinera…

US Airways

Avión de US Airways.

Finalmente, aterrizamos en el aeropuerto Douglas de Charlotte y conseguimos que nos recoloquen en el siguiente vuelo. Por suerte no tendremos que esperar mucho, pero antes hay que pasar por la temida aduana. Nos ponemos en cola y esperamos pacientemente nuestro turno. Justo delante nuestro pasa un nutrido grupo de estudiantes españoles de intercambio, de no más de 16 años, cuyo manejo del idioma de Shakespeare hace que nuestra confianza se tambalee por unos instantes. Por fin nos toca y allá que vamos los dos, como Fuenteovejuna, todos a una. El funcionario de turno, un negro con cara de cachondo que se está tomando un cafelito tranquilamente en su puesto, me pregunta lo primero que si estamos “married”, a lo que yo le contesto que “living in sin”… cagada. El tío nos dice que hay que hacerlo por separado.

Teatro Chicago

Teatro Chicago.

Bien, la primera en la frente. Mi mujer vuelve a la cola con cara de circunstancias y un poco acojonada pues se supone que yo soy el que se desenvuelve mejor en inglés… ¿sí? ¡los cojones! Tras un par de “sorry?” por mi parte ante sendas preguntas algo confusas, llaman a un traductor de español. El caso es que se estuvieron cachondeando un buen rato a mi costa. El funcionario me preguntó que si era la primera vez que visitaba el país, a lo que respondí que sí, y empezaron a hablar entre risitas que si ya había sido detenido por drogas en otro viaje anterior… como no quería pasarme de listo, opté por hacerme el loco y decir a todo que sí. La verdad es que tanto rollo con las aduanas y al final son menos serios de lo que parece, al menos en un aeropuerto con poco tráfico como Charlotte. Me figuro que en otros más grandes serán mucho más estrictos. Este podría ser un buen consejo a la hora de viajar a Estados Unidos: entrar por un aeropuerto pequeño.

Una vez superado el trámite, recogimos las maletas y tuvimos que volver a facturarlas. El vuelo esta vez salió puntual, ¡un par de horitas y ya estábamos en Chicago! Al salir del aeropuerto para coger un taxi nos pegó un bofetón de aire caliente que nos hizo pensar que Chicago y Sevilla podrían estar hermanadas, ¡joder, qué calor! Además, como los americanos ponen el aire acondicionado, fuerte no, lo siguiente, os podéis imaginar el shock al salir a la calle después de más de 12 horas en interiores.

Como era festivo no tardamos nada en llegar, la ciudad parecía desierta, poquísimos coches circulando por el centro y muy poca gente andando por la calle, normal por otro lado con el calor que hacía. El hotel que tenemos reservado para las próximas tres noches es el Hotel Burnham, que debe su nombre al arquitecto del famoso Flatiron de Nueva York. El hotel ocupa un viejo rascacielos de los años 40, el Reliance Buinding, totalmente reformado. La noche nos sale a 95€: muy céntrico, la habitación está de lujo y con desayuno continental incluido. Lo mejor, la cama king size, equivalente a varios campos de fútbol de Primera División 😉

Daniel Hudson Burnham, (1846–1912) fue uno de los arquitectos americanos más importantes del siglo XIX. Participó en la elaboración del planeamiento urbanístico de las ciudades de Chicago y Washington y fue el director de obras de la Feria Mundial Colombiana de Chicago de 1893, creada para conmemorar el 400 aniversario del descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón. Además, es el arquitecto que diseñó el edificio de base triangular más famoso del mundo, el rascacielos Fuller de Nueva York, más conocido como Flatiron.

Burnham Hotel

Habitación del Burnham Hotel.

Dejamos las maletas en la habitación y nos fuimos a comer algo a un McDonald’s que había cerca y, tras un breve paseo, nos volvimos al hotel para dormir, las fuerzas ya no daban para más. Hora local, 8 pm (hora real, 3 am). Mañana será otro día…

Chicago 'L'

Chicago ‘L’, metro elevado en la zona centro.

Después de un merecido descanso, hoy hemos abierto los ojos a las 5,30 hora de Chicago, cosas del jet lag…

Tras esperar hasta que abriera la cafetería del hotel, comenzamos el día con un desayuno ligero y nutritivo. Nos ofrecen varios tipos de tostadas de distintos cereales y decidimos probar suerte con unas que llevan pasas y pipas, acompañadas de mermelada, mantequilla y abundante fruta. No está mal, mañana probaremos otro tipo.

Nada más salir del hotel hemos tenido nuestro primer contacto con el metro elevado que tantas veces hemos visto en películas y series de televisión. Impresiona estar justo debajo y oírlo pasar, hace muchísimo ruido, parece que se va a derrumbar.

Union Loop

Chicago ‘L’ (abreviatura de ‘elevated’) es el tren rápido que une la ciudad. El sistema funciona las 24h en casi todas las estaciones del centro y es el segundo de Estados Unidos por extensión (tras el Metro de Nueva York), con una longitud total de 360,7 km. El primer tramo entró en servicio en 1892, lo que lo convierte también en el segundo más longevo, sólo superado por el de la ciudad de Boston.

El eje principal se denomina The Loop (Bucle) ya que rodea el distrito centro de Chicago homónimo.

transitchicago.com

La primera parada del día es Millenium Park, creado en 2004 y que en estos escasos años ya se ha convertido en todo un símbolo de la ciudad. Llegamos sobre las 9 de la mañana y ya está muy animado, con un montón de niños jugando con el agua en la fuente Crown, formada por dos monolitos, uno enfrente del otro, en los que todo el rato se proyectan imágenes de Chicago y de sus ciudadanos. Aún siendo tan temprano el calor es ya abrasador (y somos de Almería, ojo). Unos días más tarde vimos en la tele que Chicago sufrió esos días una ola de calor, con temperaturas de 40º en adelante, casi nada. Menos mal que somos lagartos de desierto…

Como nos quedamos con ganas de remojarnos con los críos en la fuente (por cierto, obra de un escultor español, Jaume Plensa), al final nos metimos bajo unos aspersores que hay repartidos por el parque, de estos que pulverizan agua para refrescar el ambiente. Dentro del parque hay un precioso auditorio al aire libre, el Jay Pritzker Pavillion, en el que estaba ensayando una orquesta, pero lo que más mola del Millenium Park es la Cloud Gate (‘Puerta a las nubes’). Conocida coloquialmente como ‘The Bean’, esta alubia gigante de acero inoxidable permite hacer unas fotos chulísimas jugando con los reflejos de su superficie.

Cloud Gate

Cloud Gate

Conforme paseábamos por el parque nos hemos topado con el Instituto de Artes de Chicago. No teníamos previsto visitarlo pero al ver que había una retrospectiva de Lichtenstein no nos hemos podido resistir, aprovechando de paso para quitarnos el bochorno de encima con el aire acondicionado. Hemos tenido que esperar unos 10 minutos en la puerta porque no abría hasta las 10h. La entrada cuesta 18$ pero merece mucho la pena, tiene obras fundamentalmente de artistas americanos, pero también hay cuadros de pintores europeos importantes como Rubens, Toulouse-Lautrec, Degás, Renoir, Van Gogh… ¡y seguro que se nos han escapado muchos porque el museo es inmenso! Antes de nada, hemos ido a la cafetería del museo en busca de agua (nos estábamos deshidratando) y, cómo no, hemos tenido que esperar para entrar, la abrían a las 11h (no entiendo por qué abren una hora después del museo, no tiene mucho sentido).

Retrospectiva Lichtenstein. Instituto de Artes.

Retrospectiva Lichtenstein. Instituto de Artes.

En el museo hemos comprobado lo educados que son los americanos. En el ascensor le ha sonado el móvil a una señora que antes de descolgarlo nos ha pedido disculpas. Están todo el día con la palabra ‘sorry’ en los labios, es impresionante, me encanta.

Tras pasar la mañana en el museo llega la hora de comer. Nos ponemos a buscar la auténtica pizza chicago style. Por suerte, la deep dish pizza la sirven por toda la ciudad. Entramos a un restaurante pub, el Exchequer, que tiene colgadas fotos de Al Capone, Frank Sinatra… todo muy cinematográfico. Es curioso que por defecto cuando llegas a los sitios te ponen un vaso de agua con hielo, supongo que para paliar el calor que hace, no os podéis hacer una idea. Pedimos la pizza pequeña y unos entrantes. Mientras comemos están echando béisbol en varias televisiones que hay distribuidas por el local, ya nos tocará vivirlo en directo, pero hasta que estemos en San Francisco quedan todavía muuuuuchos días. Hay de muchos tipos, la que hemos pedido nosotros está buenísima, pero menos mal que pedimos la pequeña, menuda salvajada. Tras comernos la mitad más o menos ya no podemos más. Perfecto, porque en Estados Unidos siempre te preguntan si quieres llevarte las sobras. You want in a box? Yes!

Pizza al estilo Chicago, Deep Dish Pizza, de plato profundo.

Pizza al estilo Chicago, Deep Dish Pizza, de plato profundo.

La cuenta son 31$, por lo que dejamos 5$ de propina (lo recomendable si el servicio ha sido correcto, es dejar entre un 15% y un 20%). Recordad que aquí es prácticamente obligatorio porque los camareros tienen un sueldo fijo pequeño y viven de las propinas. Nos hemos fijado y los americanos lo tienen muy asumido, siempre lo hacen, así que dónde fueres haz lo que vieres…

Con el estómago satisfecho ya, nos dirigimos hacia Union Station, pasando antes por el Harold Washington Library Center, pero por el camino tenemos que refugiarnos en un McDonald’s (aquí McDonald’s y Starbucks hay uno por calle, una burrada, curiosamente todavía no hemos visto ningún Burger King) porque comienza a diluviar de mala manera, con truenos y relámpagos. Media horita de tormenta de verano (es increíble, justo antes hacía un sol tremendo) y nos acercamos a la Willis Tower (antigua Sears) donde había mucha gente esperando para subir al mirador. Este rascacielos fue construido en 1974 y es, con sus 442 metros de altura, el sexto edificio más alto del mundo. Desde abajo se aprecian a duras penas los balcones de vidrio suspendidos, literalmente, a cientos de metros de altura en el Skydeck, el mirador situado en la planta 103. ¡Unas vistas de vértigo!

Harold Washington Library Center, la biblioteca pública de Chicago.

Harold Washington Library Center, biblioteca pública.

Torre Willis, antigua Sears.

Torre Willis, antigua Sears.

Union Station, histórica estación de ferrocarril.

Union Station, estación de ferrocarril de 1925.

Finalmente llegamos a Union Station, una preciosa estación de ferrocarril construida en 1925 que ha aparecido en infinidad de películas. El hall principal es espectacular y nos hacemos la foto de rigor en las escaleras por donde cae a cámara lenta el carrito de bebé en ‘Los Intocables de Elliot Ness’ (Brian de Palma, 1988). La estación en sí es magnífica. Una vez concluida la visita, nos volvimos al hotel reventados por la intensa jornada.

Marina City, las "mazorcas" gemelas.

Marina City, las «mazorcas» gemelas.

La mañana, para variar, empieza temprano, muy temprano. Aquí amanece como a las 6h, así que no hay problemas de luz. Esperamos un rato y bajamos a las 7h a degustar el desayuno del día. Esta mañana hemos tenido nuestro tarro de fruta variada con mango, piña, uvas, frambuesas, melón y arándanos; y tostadas de trigo (vamos, el pan de molde de toda la vida) con mantequilla y mermelada de frambuesa.

Una vez desayunados, nos hemos acercado a la zona del río para contemplar los grandes rascacielos que lo flanquean. Aquí está el complejo Marina City que tenía muchas ganas de ver en directo: dos edificios gemelos con forma de mazorcas de maíz. Las primeras 10 ó 15 plantas hacen las veces de parking para los vehículos de los inquilinos que viven en las plantas superiores. A pie de río hay un embarcadero privado para yates al que los propietarios pueden acceder directamente desde su piso, acojonante. Sin duda, lo que más llama la atención de Chicago es su maravillosa arquitectura. Todo el camino vamos mirando hacia arriba: algunos edificios son de estilo clásico y otros más modernos, pero todos con mucho encanto y muy originales. Otra cosa que destaca de Chicago es la extrema limpieza de sus calles, una muestra más del civismo de los americanos, o al menos de los que residen en las grandes ciudades. No hay ni un solo papel en el suelo.

Parking. Cuidado con la marcha atrás...

Parking. Cuidado con la marcha atrás…

Muelle para yates.

Muelle para yates.

Estación de Bomberos más antigua de la ciudad.

Estación de Bomberos más antigua de la ciudad.

Junto a las «mazorcas» se encuentran el edificio Wrigley y la Torre Trump. Desde allí hemos seguido la orilla norte del río y, después de esto, hemos subido hacia la Magnificent Mile, o lo que es lo mismo, «la Milla Magnífica», algo así como la calle Serrano o la Gran Vía en Madrid, una zona comercial repleta de tiendas exclusivas. Tras un (breve) paseo por la zona nos hemos dirigido a visitar la estación de bomberos más antigua de la ciudad, muy cuca. El caso es que mientras yo hacía unas fotos, mi mujer estaba absorta mirando el mapa y, de repente, una señora al verla se ha acercado a preguntarle si necesitaba ayuda, que adónde quería ir… ¡Qué majos son estos americanos! Ya sólo nos falta entender bien lo que nos dicen…

Por primera vez nos hemos acercado a la orilla del lago… ¡a una playa! Chicago se encuentra junto al lago Michigan, y a todos los efectos es como si fuera un mar interior de lo grande que es. Hay playas de arena, gaviotas y faros. Había bastante gente bañándose, claro que, con el calor que hace, lo anormal es no andar en remojo. Tiene hasta un paseo marítimo donde se pueden alquilar bicis, tándems y cochecitos de pedales para cuatro personas.

Playa urbana.

Ohio beach, playa urbana en pleno centro de Chicago.

De allí, hemos seguido bajando la costa del lago hasta llegar al Navy Pier, un muelle mezcla entre centro comercial y parque de atracciones muy americano, con cines, tiendas, puestos de comida, centro de convenciones… En un lateral es donde se cogen los barcos que ofrecen vistas panorámicas de la ciudad.

Tras comprar algunas cosillas, hemos ido a reponer fuerzas a un puesto de comida de perritos calientes: America’s Dog, muy conocido en la ciudad, donde hemos probado el auténtico perrito caliente Chicago Style, sin kétchup pero con abundante cebolla, mostaza, pepinillo gigante (como un dedo de grande), pimientos, tomate natural y un poco de sal de apio. Aquí tienen una forma particular de hacer todo: las pizzas, los perritos… y los negocios, ya me entendéis, “no es nada personal”, jeje.

Navy Pier.

Entrada principal al Navy Pier.

Lateral donde atracan los cruceros que recorren la costa.

Vista lateral con los cruceros que recorren el lago, atracados.

El sitio estaba hasta arriba de gente y cuando hemos ido a sentarnos para comérnoslo nos faltaba una silla y uno de los adolescentes de un grupillo que había, al vernos buscar con la mirada, nos ha dejado la suya. Una vez digerido el perrito, nos hemos ido a ver el resto del muelle, incluido el parque temático, aunque en realidad sólo tiene tres atracciones. Al pasar por el Chango Loco, una cantina mexicana, casi nos quedamos sordos, ¡tenían el perreo a todo trapo!

La verdad es que el Navy Pier está genial para pasar el día en familia, es enorme y hay un montón de cosas que hacer. De hecho, había muchísimos niños por todos lados.

Ferris Wheel, la noria más famosa de Chicago.

Ferris Wheel, la noria más famosa de Chicago.

A continuación, nos hemos acercado al acuario Shedd, desde donde se pueden hacer unas fotos estupendas del skyline de Chicago. Para descansar un poco, nos hemos tumbado un ratejo en el césped a tomarnos una limonada cuando, de repente, una familia americana se nos ha acercado y nos regala un par de billetes para el water taxi que ellos no iban a utilizar. Alucinante, ¿verdad? Pues sí, mientras les dábamos las gracias, nos hemos ido limonada en mano al barco que salía en esos instantes. Las vistas desde el lago son magníficas.

Skyline de Chicago, ¡espectacular!

Skyline de Chicago, ¡espectacular!

Nos fuimos al hotel para descansar un poco y prepararnos para la salida nocturna: teníamos entradas para subir a la torre Hancock. De camino cenamos en un restaurante mexicano que había por la zona, ‘Su Casa’. Acompañamos la comida con los dos margaritas más fuertes de la historia… ¡joder, que fuertes que estaban! La camarera mexicana nos explicó que los auténticos están hechos con limón natural exprimido y no tienen nada que ver con los que ponen en España. Esta ha sido la primera vez que hemos pedido en español, todos los camareros eran mexicanos y nuestra amiga Rosy nos ha ayudado a elegir. De comer hemos elegido un combinado de la casa con un taco, un burrito, una enchilada y una chimichanga. Muy rico todo, pero nos hemos ido a las alturas con un colocón importante.

Una vez en el Observatorio de la torre (94 plantas en 40 segundos, ¡guau!) accedimos a unas vistas increíbles de la ciudad. Fuimos precisamente al atardecer para hacer fotos de la ciudad by night… ¡espectacular! Me hinché de hacer fotos. He de decir que mi mujer tiene algo de miedo a las alturas, así que me parece que ella no disfrutó tanto la visita; de hecho, ni se acercó a los cristales, la pobre.

Panorámica nocturna desde el John Hancock Observatory.

Panorámica nocturna desde el John Hancock Observatory.

Para volver al hotel nos cogimos un taxi. El conductor era marroquí, un tío súper simpático, que cuando se enteró de que éramos españoles nos estuvo contando sus aventuras por España y preguntándonos cómo es que no habíamos visitado aún su país. Llevaba 5 años trabajando en Chicago y podía permitirse trabajar tres meses en USA y volver tres meses a Marruecos. Nos confirmó la impresión que nos hemos llevado de la ciudad: es tranquila, muy limpia y segura. Al parar el coche en la puerta del hotel él seguía contándonos historias, muy majo. Cuando le dije de dejarle propina hasta se negó, pero insistí… así da gusto.

Y con esto y un bizcocho concluimos nuestra visita a Chicago, una ciudad que tiene que estar bien para vivir, aunque por lo que sé el invierno es durillo.

Mañana nos echamos a la carretera para comenzar la verdadera aventura: Get your kicks on Route 66!!

Cartel de Historic Route 66.

Cartel de Historic Route 66.

Hoy dejamos Chicago. Hasta las 9,30h no tenemos que recoger el coche en la oficina de Alamo, así que nos hemos hecho los remolones un poco más de lo normal, resistiéndonos a abandonar la ciudad que nos ha tratado tan bien y de la que guardaremos un grato recuerdo para siempre. Tras hacer las maletas, hemos bajado a desayunar (a probar las tostadas que nos quedaban, las de arroz) y nos hemos dirigido a recoger el coche que teníamos reservado. Está bastante cerca del hotel así que hemos ido a pie. Antes de eso, por la calle constatamos que en América deben regalar los iphones con las cajas de cereales porque todo dios tiene uno, es increíble, no me extraña que Apple se forre…

Y aquí empieza a torcerse el día… una vez allí, rellenamos el papeleo y recogemos el gps Garmin pero nos dicen que el coche todavía no está listo. En la oficina hace un calor espantoso, es sábado y el aire acondicionado se ha estropeado; la sala de espera se empieza a llenar de gente y a todos nos toca esperar como hora y media. Hay un poco de todo, alemanes, americanos, japoneses… y por lo que escuchamos no somos los únicos que vamos a hacer la Ruta 66. Después de sudar la camiseta un buen rato, a las 11h pasadas nos bajan al garaje y nos entregan el coche que nos va a acompañar en la carretera, un Hyundai Elantra blanco nuevecito (con 90 kilómetros, la distancia supongo que separa el concesionario de la oficina de Alamo). Tras unas concisas explicaciones sobre su manejo y funcionamiento, por no decir ninguna, nos dan la llave y nos abren la puerta del garaje: “bye, bye!”.

Cartel con las "side attractions" de la salida de la carretera.

Cartel con las «side attractions» en cada salida.

“Bueno, no puede ser mucho más complicado que mi Ibiza”, pienso. Salimos del garaje y nos aparcamos un momento para investigar un poco. Tras un breve reconocimiento de dónde está todo, ahora toca ubicarnos, salir de la ciudad. La verdad es que conducir un coche automático es lo más fácil del mundo, no tiene embrague y la palanca de cambios sólo tiene 3 posiciones: adelante, atrás y parada. La adaptación es rápida y nada traumática, lo que lleva más tiempo es amoldarse a las peculiaridades de la circulación. Por ejemplo, los semáforos están enfrente, es decir al otro lado del cruce, y aunque esté rojo puedes girar a la derecha haciendo un stop. En aquellos en los que no hay semáforo, pasa primero el que antes llega, nada de ceder la derecha como en España. Una cosa que es bastante práctica es que en cada salida te indican los alojamientos que hay, las gasolineras y las side attractions (puntos de interés, por decirlo así), con sus respectivos nombres. En autopistas no existe eso de carril rápido o lento, circulan indistintamente por uno y se van cruzando para adelantar. Es un poco caótico para nosotros pero a ellos les debe funcionar.

Y aquí comienza el pequeño caos en el que se convierte nuestro primer día en carretera, peleando constantemente con el gps para no perder la 66. El gps se pone tontorrón (en perfecto castellano, eso sí) y no hace más que mandarnos por la autovía. He de decir que orientarse es complicado ya que sólo Chicago y su extrarradio ocupan varios kilómetros. Es como el Camino de Santiago, pero en lugar de buscar la concha teníamos que encontrar el cartel de ‘Historic Route 66′.

Henry's Drive In. Joliet, IL.

Henry’s Drive In. JOLIET, IL.

El resultado fue un fifty-fifty, más que nada porque la salida del rent a car nos había hecho perder un montón de tiempo y, para colmo, cada vez que nos metíamos en carreteras secundarias teníamos la mala suerte de coger la Ruta al revés (es fácil confundirse), y no, no queríamos volver a Chicago por mucho que nos hubiese gustado. Mientras nos peleábamos con el gps enlazamos casi de casualidad con la 66 e hicimos nuestra primera parada en el Henry’s Drive In, una cafetería histórica con un letrero de neón en forma de perrito caliente gigante.

El siguiente pueblo que atravesamos fue Joliet. Parece que el gps lo hubiesen fabricado allí porque no nos dejaba salir. Cuando pasamos había un puente levadizo que pillamos en movimiento, lástima que delante tuviéramos la ranchera gigante del Ranger Walker y no pudimos inmortalizar el momento. Dimos un pequeño paseo y vimos el estadio de béisbol del equipo local (se nota que es el deporte nacional; en cada barrio, en cada pueblo, hay un campo público para jugar) y la iglesia de St. Anthony de no sé qué culto, porque aquí ya hemos visto baptistas, católicos, musulmanes, judíos, metodistas, amish, de la primera iglesia de no sé qué…

Ambler's Texaco Gas Station. Dwight, IL.

Ambler’s Texaco Gas Station. DWIGHT, IL.

Launching Pad Drive In. Dwight, IL.

Launching Pad Drive In. DWIGHT, IL.

Gemini Giant. Dwight, IL.

Gemini Giant. DWIGHT, IL.

En Dwight estuvimos bajo las piernas del gigante Gemini en el Launching Pad Drive In, uno de los símbolos de la Ruta 66 a su paso por Illinois. A la salida del pueblo nos paramos en la Ambler’s Texaco Gas Station, una preciosa gasolinera de 1933 que estuvo en servicio hasta el año 1999 y que ha sido completamente restaurada. Al ser sábado, la pillamos cerrada, pero se intuía que dentro la han reconvertida en tienda de regalos de la Ruta.

Estatua de Lincoln y fachada del Capitolo. Springfield, IL.

Fachada del Capitolio. SPRINGFIELD, IL.

Como llevamos un retraso descomunal, cogemos la autopista I-55 (la 66 corre paralela a ella durante buena parte del trayecto) para ahorrar tiempo, una lástima porque dejamos de ver muchas cosas de la ruta, pero ya no tenemos tiempo material. Es así y ya nos estamos chupando unos 400 kilómetros hoy… Antes de llegar a nuestro destino hacemos una breve parada en la ciudad de Springfield, capital de Estado de Illinois. Dimos un breve paseo en los alrededores del Capitolio en cuyos jardines hay varias estatuas, entre ellas una de Abraham Lincoln, que comenzó su carrera política por estos lares. De hecho, el mausoleo donde reposan sus restos se encuentra en un cementerio a las afueras de la ciudad que es visitado por miles de personas todos los años.

De allí nos dirigimos sin perder más tiempo hacia Litchfield, nuestro destino final del día. Nos alojamos en un Super 8, una cadena de moteles que, junto a Motel 6, tienen establecimientos en prácticamente todas las localidades. Teníamos previsto ir a ver una película al autocine pero cuando llegamos ya había empezado, oooh… Qué se le va a hacer, más adelante habrá nuevas oportunidades. No quedan muchos autocines en Estados Unidos, pero tenemos unos cuantos localizados en nuestro recorrido.

Esperemos que mañana podamos ir un poco más relajados: cambiamos de estado (entramos en Missouri) y visitamos St. Louis, la puerta hacia el oeste…

Por cierto, lo de que en la mesita de noche de cada motel de USA hay una biblia no es un mito, adjuntamos pruebas gráficas 😉

Biblia y Nuevo Testamento en la mesita de noche.

Biblia en la mesita de noche del motel, un clásico.

Ariston Cafe. Litchfield, IL.

Ariston Cafe. LITCHFIELD, IL.

Nuestro primer destino tras dejar el motel es el Ariston Cafe, aunque como son las 7 de la mañana y es domingo lo encontramos cerrado y decidimos emprender la marcha, ya desayunaremos más adelante.

Nos encaminamos hacia Staunton, en busca del Henry’s Ra66it Ranch. El lugar parece cerrado así que echamos unas fotos por fuera, pero cuando nos asomamos tras el cristal de la puerta… ¡sorpresa! está abierto y un hombre nos dice «good morning» mientras acaricia a un conejo enorme espatarrado sobre el mostrador. Y no sólo hay uno, la tienda está llena de conejos y cachivaches varios de la 66. El tipo es Rich Henry, un tío súper amable con el que nos tiramos un buen rato hablando. Nos explica que los días de diario es agente de seguros y los fines de semana atiende a los viajeros de la Ruta. Firmamos un libro de visitas (esto ya lo hemos hecho en varios sitios) y vemos que aunque la sensación cuando recorres la ruta es de que vas sólo, los días anteriores habían pasado por allí checos, noruegos, alemanes… e incluso algún que otro español. A mi mujer le encanta el sitio con los conejitos y hacemos algo de gasto por lo bien que nos han tratado. Por cierto, Elvis está vivo, y su hermana también, al menos en su versión conejil 😉

Henry's Ra66it Ranch. Staunton, IL.

Henry’s Ra66it Ranch. STAUNTON, IL.

De camino a Glen Carbon atravesamos interminables campos de maíz, algo muy característico del Medio Oeste. Las grandes extensiones agrícolas (pero grandes) predominan en esta parte de Estados Unidos, lo que se nota también en los vehículos que circulan por la carretera. Aquí la mayoría lleva camionetas enormes de estas tipo pickup.

Campos de maíz en Illinois.

Campos de maíz en Illinois.

Más curiosidades sobre USA: las autovías son rectas sin una sola curva (aún no hemos visto una sola montaña, en esta zona predominan las grandes llanuras). Lo que más hay son iglesias (hoy domingo están todas llenas, aquí no hay crisis de fe) y campos de béisbol. Este es un país profundamente religioso y la fe (cristiana, fundamentalmente) está muy presente, incluso en la carretera en forma de carteles. En una secundaria hemos visto el Padre Nuestro escrito en varias señales consecutivas, al estilo de los Burma-Shave. También llama la atención la cantidad de restos de neumático que hay en los arcenes de la autopista, fundamentalmente de camiones.

Ejemplo de anuncio de carretera Burma-Shave.

Ejemplo de anuncio Burma-Shave.

Burma-Shave fue una conocida marca americana de espuma de afeitar, famosa por su truco publicitario de hacer rimas humorísticas en pequeños carteles secuenciales para la carretera.

Así como el día de ayer fue un poco caótico y nos perdimos algún que otro punto de interés por falta de tiempo, hoy nos ha cundido mucho y hemos podido seguir la 66 casi íntegramente. Hemos echado gasolina por segunda vez y los precios son mucho más baratos que en Europa, con 23-25 euros llenamos el tanque. No podría ser de otra forma en un país en el que se depende del coche para todo. Hasta en el pueblo más pequeño las distancias son demasiado grandes como para ir andando, todo está muy diseminado.

Luna Cafe. Mitchell, IL.

Luna Cafe. MITCHELL, IL.

Hoy ya no hemos desayunado fruta como en Chicago, aquí nos hemos metido entre pecho y espalda tres huevos con patatas y beicon crujiente, mi mujer, y un sándwich de pollo, yo. Cuando volvamos no sé si nos tendrán que ir a recoger al aeropuerto o llegaremos nosotros rodando…

Con las energías repuestas (de más), visitamos el Luna Cafe. Mientras andamos por allí, un tipo se nos acerca a saludarnos, nos pregunta de dónde somos y nos dice «Welcome to America!»; se nota que están muy orgullosos de su país.

¡Ahora toca cruzar el Mississippi! Nos acercamos al Chain of Rocks Bridge, el antiguo puente de la 66 que comunica Illinois con Missouri a través del río. Nos lo recorremos tranquilamente andando porque ahora es peatonal y disfrutamos mucho del paseo. Es una mañana de domingo y está todo muy tranquilo. Nos cruzamos con un par de ciclistas y con un matrimonio alemán y su hijo con los que coincidimos en la oficina de alquiler de coches de Chicago.

El puente en sí es precioso, una reliquia de hierro que evoca como pudo ser la ruta en los años dorados. Hay unas vistas estupendas del río que, pese a ser verano, demuestra lo caudaloso que es.

Puente Chain of Rocks, en la frontera entre Illinois y Missouri.

Puente Chain of Rocks, en la frontera entre Illinois y Missouri.

El Chain of Rocks formaba parte de la Ruta 66 y se utilizaba para cruzar sobre el Mississippi. La mitad este del puente pertenece al estado de Illinois y la mitad oeste forma parte ya de Missouri. A mitad de camino hace un giro de 22 grados para permitir el paso de los numerosos barcos que recorren el río.

El nombre proviene de una “cadena de rocas” que descansan, muy cerca del puente, sobre el lecho del Mississippi y que provocan unos pequeños rápidos.

El puente, construido en 1929, fue clausurado al tráfico de vehículos en 1970 y reabierto 26 años más tarde sólo para peatones y ciclistas.

En 1981, John Carpenter rodó aquí una de las escenas finales de su película ‘1997: Rescate en Nueva York’.

Gateway Arch. St. Louis, MO.

Gateway Arch. ST. LOUIS, MO.

Llegamos a St. Louis, cuyo arco de más de cien metros de altura da la bienvenida al viajero y sirve de entrada al Oeste. El denominado Gateway Arch se divisa desde varios kilómetros. El caso es que entramos en la ciudad para verlo de cerca pero no estuvimos demasiado tiempo porque hacía un calor de muerte y, además, la zona estaba en obras. El tiempo justo para hacer unas fotillos y listo.

Mientras salimos de la ciudad vemos de lejos el Busch Stadium atestado de gente que está viendo el partido de los Cardinals, el equipo de béisbol de la ciudad. Curiosamente, en nuestra siguiente parada en Wildwood, mientras comemos en el Big Chief Roadhouse, un restaurante de la 66 espectacular, vemos el partido en directo por la televisión y decimos: «Eh, ¡yo he pasado por allí hace un rato!»

El cambio al entrar en Missouri ha sido increíble, la Ruta transita ahora por enormes bosques y todo está muy verde, aún siendo verano. A ambos lados de la carretera vamos viendo enormes casas típicas americanas pero muy diseminadas; nada de grandes urbanizaciones, es genial. De repente, el cielo se oscurece y nos empieza a caer el diluvio universal. Aquí hasta la lluvia es a lo grande. Durante unos kilómetros conducimos prácticamente a ciegas, menos mal que no dura mucho.

Big Chief Roadhouse. Wilwood, MO.

Big Chief Roadhouse. WILWOOD, MO.

A continuación, visitamos Cuba, pueblo que acaba de sufrir un tornado hacía apenas un par de días, según nos comentó el dueño del Henry’s Ra66it Ranch. En Fanning contemplamos la mecedora más grande del mundo. Los americanos son muy dados a eso de “lo más grande del mundo”, aunque la mitad de las veces es mentira, jeje…

"La mecedora más grande del mundo".

«La mecedora más grande del mundo». FANNING, MO.

El resto del camino discurre entre frondosos árboles y una vegetación que quita el hipo. Nos adentramos en Devil’s Elbow, «el codo del diablo», uno de los tramos de la Ruta original más recónditos y bellos que permanece aún intacto. Nos encanta la zona, tiene un aire decadente (en general toda la 66 a su paso por Missouri) que evoca cierta melancolía en el viajero. Nos quedamos con las ganas de entrar al Elbow Inn (cerrado), un garito que tiene colgados del techo un montón de sujetadores (no me preguntéis por qué) y que está justo al lado de un puente de hierro de 1923 que se cae a pedazos pero que conserva toda la magia de esta maravillosa carretera.

Puente de hierro de 1923. Devil's Elbow, MO.

Puente de hierro de 1923. DEVIL’S ELBOW, MO.

Desde aquí nos dirigimos hacia nuestro destino de hoy, Lebanon, al motel Munger-Moss, en pie desde los años dorados y que cuenta con habitaciones temáticas sobre la ruta, todo muy kitsch. Es el típico motel de las películas en el que dejas el coche en la puerta de la habitación. Además nos sale tirado de precio, unos 40 euros la noche con cama king size, de 2×2 metros.

Munger-Moss Motel. Lebanon, MO.

Munger-Moss Motel. LEBANON, MO.

Mañana saldremos de Missouri, pasaremos furtivamente por Kansas y llegaremos a Oklahoma. ¡Estamos en el Mid West!

Bicho

El susodicho haciéndose unos largos a espalda.

Empezamos la mañana advirtiendo en el techo del coche la presencia de un insecto de grandes dimensiones que se está dando un chapuzón en una de las múltiples gotas de agua dejadas por la lluvia durante la noche.

Nuestro primer destino del día es Phillipsburg, donde nos acercamos a un mercado de antigüedades y baratijas, el Historic Route 66 Mall, pero está cerrado, así que nos damos un breve paseo por la zona que incluye un establo enorme con vacas pastando.

Historic 66 Antique Mall. PHILLIPSBURG, MO.

Historic 66 Antique Mall. PHILLIPSBURG, MO.

Continuamos hacia Marshfield a través de un tramo precioso de la 66 pavimentado en un llamativo color ocre que contrasta con los tonos amarillos y verdes del paisaje. Tanta belleza con el estómago vacío no puede ser, así que nos paramos a desayunar en un Taco Bell, nos ponemos las botas y seguimos rumbo a Springfield (sí, en USA hay como 30 ciudades con este nombre, no son muy originales). Un cartel de Homer Simpson nos anuncia que nos aproximamos, pero por más que buscamos no encontramos la calle Evergreen Terrace, pero sí el castillo Pythian, que dispone de visitas guiadas temáticas.

Tramo de la Ruta 66 cerca de Marshfield, MO.

Tramo de la Ruta 66 cerca de MARSHFIELD, MO.

Pythian Castle. SPRINGFIELD, MO.

Pythian Castle. SPRINGFIELD, MO.

El castillo Pythian fue construido en 1913 por los Caballeros de Pythias. Posteriormente, el gobierno militar se hizo cargo de las instalaciones y las utilizó para custodiar a los soldados alemanes e italianos capturados durante la Segunda Guerra Mundial.

El edificio fue incluido en el Registro Nacional de Lugares Históricos en octubre de 2009.

En Springfield queríamos visitar la tienda de deportes más grande de Estados Unidos, la central de la cadena Bass Pro Shop. La palabra “inmenso” no es suficiente para describir un lugar que cuenta con casi 30.000 metros cuadrados de exposición. Sin embargo, lo más llamativo sin duda es la decoración, todo ambientado en plan naturaleza, con árboles, animales disecados, acuarios gigantes y numerosos elementos de agua. Una de las zonas más impresionantes es la dedicada a los artículos de pesca submarina, en la que se supone que estamos debajo del mar y el techo está decorado como si fuera la superficie del agua, con el fondo de una barca y peces colgando del techo.

Bass Pro Shop Outdoor World. SPRINGFIELD, MO.

Bass Pro Shop. SPRINGFIELD, MO.

Sección dedicada a la caza.

Sección dedicada a la caza.

Aguantando la respiración bajo el agua :)

Aguantando la respiración bajo el agua 🙂

Nos vamos de allí sin ver la tienda al completo porque tampoco queremos perder toda la mañana aquí. Seguimos la carretera hacia el que se ha convertido en uno de los puntos más carismáticos de la 66, la Gay Parita’s Sinclair Gas Station, a la salida de Springfield, una antigua gasolinera de 1930 restaurada por un viejo enamorado de la Ruta, Gary Turner. El tipo, jubilado ya, se dedica a recibir a los viajeros de la 66 y ofrecer un rato de charla a los que por allí se acercan.

Gay Parita's Sinclair Gas Station. PARIS SPRINGS, MO.

Gay Parita’s Sinclair Gas Station. PARIS SPRINGS, MO.

Pese a que aún nos quedan dos estados por recorrer y muchos kilómetros por delante, no podemos declinar su amable invitación. Lo acompañamos hacia la parte de atrás de la gasolinera donde nos esperan más viajeros en una especie de merendero, una pareja de escoceses con los que ya coincidimos en la oficina de alquiler de coches de Chicago, y una mujer y su hijo que también están haciendo la Ruta. Muy amablemente, Gary nos invitó a una cerveza Route 66, aunque de cerveza tiene poco ya que en realidad es lo que los americanos conocen como zarzaparrilla, una especie de refresco súper empalagoso sin alcohol. Las hay de varios sabores.

El mecánico de debajo del coche se debió quedar dormido hace muchos tiempo...

El mecánico de debajo del coche se debió quedar dormido hace mucho tiempo…

El excusado junto al antiguo garage de piedra.

El escusado junto al antiguo garage de piedra, un rincón con mucho glamour.

El caso es que pasamos un rato muy agradable charlando con Gary y el resto de viajeros. Desde luego, el entorno invita a tomárselo con calma. En general, el ambiente de la Ruta 66 es muy tranquilo y durante gran parte del viaje tienes la sensación de que circulas tú solo por la carretera, sobre todo en los tramos más alejados de la autopista. La verdad es que, en ese sentido, es un viaje único.

Finalmente, nos hacemos unas fotos con nuestros nuevos amigos de la Ruta y nos despedimos para seguir nuestro camino, todavía queda mucho por recorrer hoy…

Cerca de Spencer pasamos por un par de puentes de hierro oxidados por el paso del tiempo, que le confieren a la carretera un toque decadente muy atractivo.

Steel Truss Bridge. SPENCER, MO.

Steel Truss Bridge. SPENCER, MO.

Y llegamos a Kansas, por donde la Ruta discurre tan sólo a lo largo de 20 kilómetros, breve pero intenso. La 66 aquí debe ser lo único que mantiene los pueblos en pie porque vemos muchos edificios abandonados o directamente en ruinas en Galena. Hacemos una parada en el local 4 Women on the Route, una gasolinera reconvertida por cuatro mujeres del pueblo en bar y tienda de regalos. Aparcada en la puerta hay un camión remolque de 1951, el modelo en el que se inspiró Pixar para el personaje de la grúa Mate en su película ‘Cars’.

4 Women on the route. GALENA, KS.

4 Women on the route. GALENA, KS.

Pasamos por el puente Rainbow, en Riverton, el último de los tres puentes de sus características que existieron en la 66 a su paso por este estado.

A estas alturas, y tras la larga parada en la gasolinera de Gary, son las 4 de la tarde y aún no hemos comido, aunque tampoco es que tengamos mucha hambre después del breakfast que nos hemos pegado esta mañana. Pero en Baxter Springs decidimos comer algo aprovechando que paramos en el Cafe on the Route. La verdad es que el local no tiene nada que ver con el restaurante del día anterior, el Big Chief Restaurant. Yo creo que este se conserva tal cual estaba en los años 60; el mobiliario es muy viejo, pero os puedo asegurar que la comida está increíble, eso sí, con un alto contenido en grasas, calorías, colesterol… aunque después de un par de días por fin volvemos a comer algo de fruta.

Rainbow bridge. RIVERTON, KS.

Rainbow bridge. RIVERTON, KS.

Tras esta nueva parada volvemos a cambiar de estado y entramos en Oklahoma, y entre las localidades de Miami y Afton nos paramos en el lago de los Cherokees, muy bonito, una zona de asueto con varios campings y cientos de caravanas aparcadas.

El McDonalds más grande del mundo, en plena autopista.

El McDonald’s más grande del mundo, en plena autopista.

De allí ponemos rumbo a Vinita y nos metemos en la autopista de peaje Will Rogers Turnpike; la primera y la última. Pasamos por la cabina donde nos dan un ticket que tenemos que abonar cuando salgamos por otro de los peajes. Ok, decimos. En el camino la vía pasa por debajo del McDonald’s más grande del mundo; estos americanos, que obsesión por el tamaño… Vale, es muy grande. El problema surge cuando, no sé muy bien cómo, nos metemos por donde no nos teníamos que meter y nos vamos sin pagar. ¿Y qué pasó?, pues que de repente veo asomar por el retrovisor un pedazo de coche que pone Highway Patrol como los de las películas con barreras de protección en el morro para achuchar a los malos, ¡alucinante! Enciende las luces y nos hace señas para que nos apartemos al arcén. Me paro, me pide el carné de conducir (por cierto, me pide el de España, que lo tengo hecho polvo, al internacional no le hace ni puñetero caso) y nos dice que nos hemos colado por donde no era (cuéntame algo que no sepa, compañero). Me pide que me vaya con él al coche patrulla y mi mujer se queda acojonada en el coche, sin saber muy bien qué pasa.

Warning OklahomaEl caso es que me toma los datos y me dice que tengo un warning, como en el tenis. ¿Y qué demonios es un warning?, os preguntaréis; pues únicamente un aviso, no conlleva sanción económica ni nada. ¡Yujuuu! Ya respiro. Me pregunta si en España no tenemos de eso y le contesto que allí es a tocateja. El caso es que mientras me hace el papelito me cuenta que había visto en las noticias que en San Fermín habían herido a 2 ó 3 estadounidenses (hay que joderse, nos tiene que parar la policía para enterarnos de lo que pasa en España). Curiosamente, también me cuenta que había estado en mayo en Australia al ver la camiseta de AC/DC que llevaba puesta; no te jode, se creería que soy su representante. Con el buen rollo que imperaba me quedé con las ganas de hacerle una fotillo al coche patrulla pero no quise tentar a la suerte. Un par de días después le hice una a otro que había aparcado en la calle, para que os hagáis una idea de los bichos que se manejan…

Coche patrulla de Oklahoma. Tonterías las justas...

Coche patrulla de Oklahoma. Tonterías las justas…

Al final me dice que cuando salgamos de la autopista tendremos que pagar el peaje y, adivinad la cantidad: 25 centavos, es decir, unos 18 céntimos de euro… ¿tanta movida por esa cantidad? En fin, llegamos a nuestro destino, Claremore, y pillamos el motel, no sin que antes mi mujer me expresa su deseo de que este sea nuestro último encuentro con la poli, por la cuenta que me trae. Captado…

Tramo original de la Ruta 66 en Oklahoma.

Tramo original de la Ruta 66 en Oklahoma.

El día comienza en la misma autopista donde ayer nos paró la policía; somos así, nos gusta vivir al límite. Una barrera nos impide acceder a ella hasta que no echemos la cantidad requerida por un gran embudo que sólo admite monedas. Pensamos… ¿y si no llevásemos monedas? Menos mal que llevamos algunos cuartos de dólar de algún cambio anterior, porque aquí se usan menos que en España. El sistema es curioso: lanzas las monedas al embudo que detecta cuando está la cantidad correcta y se abre la barrera. Nosotros dejamos hasta propina porque tras la experiencia del día anterior nos liamos a lanzar monedas a la desesperada y no vimos que ya se había levantado.

Ballena azul. CATOOSA, OK.

Ballena azul. CATOOSA, OK.

Ballena azul. CATOOSA, OK.

Zona de ocio junto a la ballena. CATOOSA, OK.

Una vez en carretera, nos fuimos en busca de la gran ballena azul de Catoosa. Tras varios kilómetros desorientados (nos suele pasar, seguir la ruta 66 original es un poco lioso en algunos tramos y ninguno de los dos somos unos hachas orientándonos) nos paramos a preguntar en una gasolinera que estaba en obras. El caso es que me bajo a preguntar a un muchacho que estaba allí, al que por cierto le interrumpí el desayuno, una nutritiva hamburguesa de McDonald’s. Era el típico rubito cachas de las pelis capitán del equipo de fútbol americano del instituto, pero ya con veintitantos. Me atiende muy amablemente, aunque no sin cierta sorna: me pregunta si tengo iphone, supongo que para indicarme como llegar con el gps del teléfono, y al contestarle negativamente me espeta en plan de coña you sucks! (lo de los americanos con el iphone es la hostia, parece que no conocen otro teléfono móvil). Además, el ‘okie’ me regala uno de los momentos más bizarros del viaje: cuando se acerca a ayudarme se me pega y me dice “hueles muy bien”, ‘very fresh’; es lo que tiene ducharse por las mañanas, pienso yo. La escena me recordó a la peli ‘Oficial y caballero’ (Taylor Hackford, 1982), cuando dicen “en Oklahoma sólo hay vacas y maricones, y a ti no te veo los cuernos por ningún lado”. Tonterías a parte (que no se ofenda nadie), el tío se portó y hasta nos dibujó un mapa.

Admiral Twin Drive in. TULSA, OK.

Admiral Twin Drive-In. TULSA, OK.

De allí nos encaminamos hacia Tulsa, una de las grandes ciudades que atraviesa la 66 a su paso por Oklahoma, a ver el Admiral Twin Drive-In, un autocine chulísimo con dos pantallas gemelas, una hacia el este y otra hacia el oeste. En cada una se proyectan dos pelis por noche. Doble sesión, doble diversión. Decir que ha sido reconstruido recientemente después de que un incendio lo redujera a cenizas en 2010.

Como eran las 11,30h y aún no habíamos desayunado, decidimos hacer un brunch en el Ollie’s Station Restaurant, un lugar muy familiar de temática ferroviaria repleto de maquetas a escala, con tres trenecitos circulando colgados del techo del local. La comida muy rica, como siempre, y rica en vitaminas G (de grasa) y C2 (de calorías y colesterol). Nos pedimos una ensalada para intentar controlarnos un poco pero en USA hasta la ensalada lleva carne… Aquí lo único ligero que hay es el agua.

Ollie's Station Restaurant. TULSA, OK.

Ollie’s Station Restaurant. TULSA, OK.

Antes de salir de Tulsa tuvimos que estar un buen rato parados en un paso a nivel esperando que pasaran dos trenes (aquí suelen llevar del orden de 200 vagones y son tirados por dos locomotoras delante y otras dos detrás), por lo que la espera fue larga…

De camino a Stroud pasamos por Sapulpa, un pueblo con mucho encanto y con un montón de murales que nos recordó a Cuba, Missouri. Es frecuente encontrarse a lo largo de la Ruta muchas pinturas relacionadas con la 66.

Ya en Stroud visitamos el Rock Café, un establecimiento mítico de la Ruta 66. Allí, mi mujer se tomó el café más dulzón de la historia por no leer las cosas antes de usarlas. Resulta que le pusieron junto al café un dispensador de leche condensada, pero no se fijó que ponía “para una taza, pulsar una vez”, y le dio como cuatro veces 🙂 Aquí vimos también el Skyliner Motel, con un precioso neón que debe lucir aún mejor encendido por la noche.

PIE DE FOTO

Rock Cafe. STROUD, OK.

Skyliner Motel. STROUD, OK.

Skyliner Motel. STROUD, OK.

Con 20 grados menos de temperatura que en Chicago (hablando en Farenheit) atravesamos una zona de tornados donde nos cayó un chaparrón épico antes de llegar al icónico Round Barn de Arcadia, un antiguo granero circular en cuya planta superior se celebran actualmente todo tipo de eventos y celebraciones, incluido bodas. La planta baja alberga una especie de museo/tienda de recuerdos. La asociación que se encarga de su conservación puso en marcha hace años una iniciativa para recaudar fondos que consiste en que todo el que lo desee puede adquirir un ladrillo e inscribir su nombre por sólo 50$. Tanto el camino que da entrada al granero como un pequeño muro situado en su perímetro están integrados por estos adoquines. La verdad es que es una gran idea para salvaguardar un lugar que posee un encanto especial.

Round Barn. ARCADIA, OK.

Round Barn. ARCADIA, OK.

Round Barn, planta superior.

Round Barn, planta superior.

Tras esto nos tocó atravesar Oklahoma City y la verdad es que tardamos bastante ya que había bastante tráfico. Las carreteras estaban todas en obras y seguía lloviendo a intervalos.

A la salida pasamos por varios pueblos sin demasiado interés y nos paramos en un trading post cherokee (Oklahoma era tierra de indios y conserva gran parte de su legado) y nos tomamos un tentempié para reponer fuerzas. Decir que a los americanos les encantan los pepinillos y se lo ponen a todo, A TODO.

Sobre las 20h llegamos a nuestro destino, la ciudad de Clinton. Preguntamos en varios moteles pero ninguno tenía habitaciones, debía haber algo en la ciudad porque es la primera vez que nos pasa. Tras varios intentos fallidos logramos alojarnos finalmente en uno, que curiosamente estaba justo enfrente del museo de la Ruta 66 que queremos visitar a la mañana siguiente. Casualidades de la vida.

Puente de hierro. OK.

Puente de hierro. OK.

Para finalizar el capítulo os dejo una curiosidad: hay que tener mucho cuidado con los WC de aquí, el agua de la taza está muy alta, nada que ver con España, y como te descuides te puedes mojar el culete 😉

Bueno vaqueros, mañana entramos en Texasyihaaaaa!!!

Route 66 Museum

Route 66 Museum. CLINTON, OK

Abandonamos la habitación del motel de manera precipitada tras nuestro primer contacto con la fauna local: una cucaracha del tipo “americanus vulgaris” del tamaño de un camión. Está claro que el alojamiento no era un cinco estrellas…

Rote 66 Museum, interior. CLINTON, OK

Route 66 Museum, interior. CLINTON, OK

Cruzamos la calle y entramos al museo de la Ruta 66. Cuesta 5 dólares por cabeza pero la verdad es que merece la pena. Es pequeño pero está muy bien ambientado. Las diferentes salas están organizadas por décadas y en cada una hay un pequeño botón en la pared que si lo pulsas suena una canción de la época. Al final del recorrido hay una sala de proyección donde se puede ver un video con la historia de la Ruta, desde sus inicios en los años 20 hasta la actualidad. A la salida, arrasamos con la tienda de regalos y arrancamos rumbo a Elk City, donde estuvimos en el otro museo de Oklahoma, el National Route 66 Museum, pero esta vez no entramos, nos quedamos por fuera en lo que se conoce como Old Town Museum Complex, una especie de complejo museístico al aire libre más inspirado en el Oeste americano que en la ruta en sí. La verdad es que siendo de Almería, los decorados tipo western nos resultaron bastante familiares…

National Route 66 Museum. ELK CITY, OK

National Route 66 Museum. ELK CITY, OK

En Sayre visitamos el Western Motel, cuyo cartel de neón está inspirado también en el Oeste, para continuar hacia Erick, donde visitamos el establecimiento que inspiró a Pixar para la tienda de regalos del pueblo de ‘Cars’ (John Lasseter, 2006). De hecho, la película entera es un homenaje a la Ruta 66 y desde su estreno está muy presente en cada rincón de esta carretera.

Western Motel. SAYRE, OK

Western Motel. SAYRE, OK

La verdad, es un placer conducir por estas carreteras, los americanos conducen muy tranquilos en general y no hay grandes acelerones ni adelantamientos bruscos como en España. Desde que salimos de Chicago no hemos oído ni un sólo coche pitar. Únicamente esta mañana ha sonado un claxon, era un perro que habían dejado dentro del coche con el aire acondicionado puesto y que se ha apoyado sobre el volante.

Sandhills Curiosity Shop. ERICK, OK

Sandhills Curiosity Shop. ERICK, OK

Tras pasar por el último pueblo de Oklahoma, Texola, nos adentramos en el glorioso estado de Texas. El panorama ha cambiado ya sustancialmente, ahora predomina en el paisaje un tono amarillento muy característico y los árboles han desaparecido casi por completo. Paramos en Shamrock para ver dos preciosas gasolineras de la 66. La Conoco Tower, restaurada y en funcionamiento en la actualidad junto a la cafetería U-Drop Inn, llama la atención por su arquitectura art decó (también sirvió de modelo para la película de Pixar); y la Magnolia Gas Station, conservada por la gente del pueblo pero ya fuera de servicio.

Conoco Tower Gas Station. SHAMROCK, TX

Conoco Tower Gas Station. SHAMROCK, TX

Magnolia Gas Station. SHAMROCK, TX

Magnolia Gas Station. SHAMROCK, TX

Seguimos nuestro camino hacia Amarillo y a un lado de la carretera vemos el famoso depósito de agua inclinado de Britten, construido así a propósito para atraer a los turistas.

cdUn poco más adelante pasamos por Groom, donde está la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, la más alta del Hemisferio Occidental (como dicen por allí, everything’s BIG in TEXAS). Nos acercamos a verla y es impresionante. Junto a ella hay una especie de santuario con una cascada artificial, además de una tienda de regalos cristianos, al más puro estilo de los mercaderes en el templo. Al salir, un señor mayor vestido con un polo azul inmaculado, pantalones cortos blancos, tenis y calcetines blancos hasta la rodilla se nos acerca y nos regala un misterioso cd de temática religiosa. Picados por la curiosidad, nos montamos en el coche y lo pusimos en el cd pero allí no sonaba nada, así que nos quedamos compuestos y sin sermón. Cuando llegamos a España lo puse en el dvd del salón y resulta que era un video de los republicanos en contra de la gestión de Obama, la bomba. La verdad es que llevamos poco en Texas pero ya hemos visto más frikis que en el resto de estados juntos.

La cruz más alta del Hemisferio Occidental. GROOM, TX

La cruz más alta del Hemisferio Occidental. GROOM, TX

Fuente de la Divina Misericordia. GROOM, TX

Fuente de la Divina Misericordia. GROOM, TX

Bug Ranch. CONWAY, TX

Bug Ranch. CONWAY, TX

Llegamos a Conway para ver el Bug Ranch, una imitación del famoso Cadillac Ranch que veremos mañana pero con VW Escarabajos.

Finalmente, llegamos a Amarillo, nuestro destino final del día, y entramos al archifamoso restaurante y motel Big Texan Ranch, creo que debe ser uno de los establecimiento más famosos de toda la Ruta. La verdad es que se lo han montado muy bien, aunque todo resulta un poco artificial y mucho menos auténtico que lo que hemos visto en la Ruta 66 hasta ahora. El restaurante es famoso por ofrecer el reto del solomillón: un filete de 2 kilazos de ternera gratis a quien sea capaz de comérselo en una hora con su correspondiente acompañamiento. Pocos son los que lo consiguen y muchos los que acaban en urgencias. Pese a que he estado entrenando estos días pasados, opto por un discreto segundo plano para no dejar en ridículo a los gordales que hay por el local. El caso es que aquí vemos por primera vez personas obesas, tanto hombres como mujeres, pero muuuuy obesas. Las raciones que ponen no son para menos. Para que os hagáis una idea, yo me pedí un filete de 21 onzas y acabé a reventar, y el que hay que comerse en una hora ¡¡es de 72 onzas!!

Big Texan Ranch. AMARILLO, TX

Big Texan Ranch. AMARILLO, TX

Big Texan Ranch, interior. AMARILLO, TX

Big Texan Ranch, interior. AMARILLO, TX

Para los que deciden acometer el reto del solomillón, hay una mesa especial sobre una tarima en el centro del salón con un cronómetro preparado para la cuenta atrás de 1 hora. Mientras estábamos comiendo un valiente se subió y estuvo engullendo durante un buen rato. Cuando nos fuimos le quedaban como 30 minutos, no sabemos si lo consiguió, pero la verdad es que era un tipo normal, no era el típico fanegas.

En fin, el caso es que con el buche lleno nos fuimos a dormir al motel, un Super 8, la cadena que más hemos utilizado en este viaje. Por cierto, aquí hemos hecho nuestra primera colada. En todos los moteles hay lavadoras y secadoras que funcionan con monedas de un dólar, muy práctico para lavar la ropa en ruta.

Donut Stop. AMARILLO, TX

Donut Stop. AMARILLO, TX

Donuts para todos los gustos...

Hay para todos los gustos…

La mañana comienza a la salida de Amarillo, en el Donut Stop, donde aprovechamos para desayunar. Como su nombre indica, es un establecimiento especializado en donuts y se puede ver todo el proceso de elaboración ya que las máquinas están a la vista detrás del mostrador, muy interesante. Tienen donuts de todo tipo pero en un alarde de originalidad nos decantamos por los de toda la vida. La verdad es que están muy buenos, sobre todo porque te los comes recién sacados del horno.

Cadillac Ranch. AMARILLO, TX

Cadillac Ranch. AMARILLO, TX

Avanzamos un poco y llegamos al Cadillac Ranch, uno de los iconos pop de la Ruta 66 de la era posterior a los 70: diez coches dispuestos en línea y semienterrados en la tierra, con la particularidad de que todo el que pasa por allí puede dejar su impronta sobre ellos con la ayuda de un espray. Nosotros no íbamos a ser menos, así que aprovechamos para hacer patria y promocionar la tierra. Aún estamos esperando el cheque del Patronato de Turismo…

La verdad es que me lo pasé teta haciendo de grafitero, aquí tenéis el ‘making of’:

El Rancho Cadillac fue creado en 1974 por Chip Lord, Hudson Marquez y Doug Michels, quienes formaban parte del grupo de arte Ant Farm. Los coches corresponden a la época dorada de la marca, entre 1949 y 1963, los famosos ‘tailfins’ (“cola de aleta”). Los diez cadillacs se encuentran semienterrados por el morro y alienados en el mismo ángulo que la gran pirámide egipcia de Gizah.

Originalmente instalado en un trigal, fue trasladado 3 kilómetros al oeste, hasta a su actual localización en un pastizal de vacas, en 1997 para alejarlo de los límites de la ciudad. Ambos terrenos pertenecen a Stanley Marsh III, millonario local y mecenas del proyecto.

Camioneta lista para graffitear en el Midpoint Café. Debe ser la costumbre por aquí...

Camioneta lista para graffitear en el Midpoint Café. Debe ser la costumbre por aquí…

Midpoint Café. ADRIAN, TX

Midpoint Café. ADRIAN, TX

Seguimos nuestro camino y pasamos por Vega, un pueblo que huele a campo (concretamente a boñiga de vaca) y en el que vemos en una granja una cruz de dos metros de alto; definitivamente este es un Estado temeroso de dios.

En el pueblo de Adrian llegamos al punto intermedio de la 66, desde el que Chicago y Los Angeles distan lo mismo, 1.139 millas, unos 1.830 kilómetros. Entramos al Midpoint Café y compramos un par de botellas de agua fresquitas para el camino.

Camiones antiguos en TUCUMCARI, NM

Camiones antiguos en TUCUMCARI, NM

En ese momento me acordé de Kerouac y su libro ‘En el camino’, uno de los motivos por los que estoy aquí y lectura obligada para cualquier viajero de la Ruta 66: «Estaba a medio camino cruzando América, en la línea divisoria entre el Este de mi juventud y el Oeste de mi futuro».

Tras esto nos adentramos en el sexto estado de la Ruta, Nuevo México. Paramos en Tucumcari, un pueblo que conserva parte del encanto original de la 66 ya que cuenta con gasolineras y moteles (en activo) con preciosos neones y decenas de murales en alusión a esta carretera. Aquí se encuentra el Blue Swallow Motel, uno de los moteles más solicitados para el que hay que reservar con antelación si se quiere encontrar habitación.

Blue Swallow Motel. TUCUMCARI, NM

Blue Swallow Motel. TUCUMCARI, NM

Tee Pee Curios. TUCUMCARI, NM

Tee Pee Curios. TUCUMCARI, NM

Tras varias paradas más en pequeñas localidades a lo largo del recorrido entramos a Santa Rosa. El paisaje ha vuelto a cambiar, es más verde que en Texas y comienzan a aparecer las primeras formaciones montañosas con un característico tono rojizo. Aquí visitamos el Route 66 Auto Museum, donde vuelvo a flipar con una de mis debilidades, los coches clásicos (poco antes habíamos parado también en un área de servicio, Russell’s Truck & Travel Center, en Glenrio, donde hay una colección privada de vehículos que no os podéis perder; además, es gratis).

Comet II Drive Inn. SANTA ROSA, NM

Comet II Drive Inn. SANTA ROSA, NM

Paramos a comer en un local histórico de la Ruta 66, el Comet II Drive In. Aquí la comida es mexicana, como no podía ser de otra forma, y nos metemos entre pecho y espalda un buen par de tacos.

Como si fuéramos forajidos del viejo Oeste, cruzamos el río Pecos y afrontamos la subida hacia Santa Fe, destino final del día. Decir que la Ruta 66 cuenta con dos trazados en Nuevo México, uno que sigue desde Santa Rosa hacia Albuquerque, y el que nosotros elegimos, el Santa Fe Loop, el recorrido anterior a 1937, más largo pero también más vistoso. Los nombres de los pueblos que jalonan el trayecto son todos españoles: San Ignacio, Las Vegas, San Miguel… y la carretera discurre entre frondosos bosques, una bella estampa conforme va atardeciendo.

A la entrada de Santa Fe nos encontramos bastante tráfico, ¡resulta que están de fiestas! Buscamos el motel que habíamos mirado por internet, el Silver Saddle, y nos registramos. El sitio tiene mucho encanto y la dueña habla perfectamente español, como la mayoría aquí, así que nos informa amablemente de qué ver en la ciudad, e incluso nos recomienda sitios donde comer. Lástima que sólo estemos una noche. Dejamos las cosas en la habitación y nos acercamos al centro, con la suerte de que conseguimos aparcamos en la misma puerta de la catedral de San Francisco de Asís, preciosa, al igual que la capilla de Loreto. La verdad es que Santa Fe es una ciudad preciosa que conserva las edificaciones de adobe de los antiguos colonos españoles. Además, es muy turística, por primera vez no nos sentimos los únicos de fuera, aquí hay gente de todo el mundo, además de muchos visitantes americanos también. Pero lo mejor estaba por llegar…

El casco histórico de Santa Fe conserva las construcciones de adobe de la era colonial.

El casco histórico de Santa Fe conserva las construcciones de adobe de la era colonial.

Santa Fe

Merece la pena hacer el recorrido anterior a 1937, el Santa Fe Loop.

Tras dar una vuelta para ver los sitios de interés nos dirigimos hacia La Plaza, donde nos pegamos otra comilona mejicana, en este caso un burrito y quesadillas. La dueña del motel nos había comentado que esta noche había música en directo, aunque nos alertó de que la gente se vuelve “un poco loca” bailando. Nosotros nos dijimos, “bueno, seguro que exagera”, pero la verdad es que se acercaba bastante a la realidad. Imaginaos la estampa: un ambigú en el centro de la plaza donde está el grupo (por cierto, la cantante salió a cantar en un carrito de estos eléctricos con manillar para obesos) y alrededor la gente escuchando la música, algunos con sus sillas plegables tipo Decathlon; vamos casi como en cualquier verbena de pueblo en España, sólo que aquí no hay viejas bailando Paquito el Chocolatero. Pero la tragedia se mascaba cuando al cuerpo de baile se incorporó una alegre anciana con el pelo naranja y un vestido negro, que comenzó a contonearse como si fuera una adolescente salida. Y claro, pasó lo que tenía que pasar, en uno de los meneos se pegó un jarpazo contra el suelo que le sacó la cadera de sitio. Bueno, un “chow”, uno de los “bailarines” se quitó las gafas de sol que llevaba puestas (a las 10 de la noche) y se acercó a ver que le había pasado. A esto que llega Mitch Bucanan, pero con 70 y tantos años, y la coge en volandas para sacarla de la pista de baile, ¡menudo cuadro! Menos mal que la mujer estaba delgada que sino tienen que pedir una segunda ambulancia para Mitch. Una vez que la mujer se sentó a esperar la ambulancia, el primer «bailarín» se puso otra vez sus gafas de sol y volvió a la pista a darlo todo.

Catedral de San Francisco de Asís. SANTA FE, NM

Catedral de San Francisco de Asís. SANTA FE, NM

Decir que Santa Fe es cuna de artistas como Georgia O’Keeffe y es famosa en Estados Unidos por sus numerosas galerías de arte. Se ve que muchos se quedaron pillados de ácido en los 60 porque sino no se explica…

Bueno, mañana abandonamos la Ruta 66 durante unos días para visitar los parques nacionales de Utah. Pero antes haremos noche en Ouray, un pequeño pueblo de Colorado famoso por sus piscinas de aguas termales.